Después de su arresto, y antes de que fueran llevados a prisión, los cinco catecúmenos fueron bautizados. Los sufrimientos de la vida en prisión, los intentos del padre de Perpetua de inducirla a la apostasía, las vicisitudes de los mártires antes de su ejecución, las visiones de Saturo y Perpetua en sus calabozos, fueron exhaustivamente puestas por escrito por estos dos últimos. Poco después de la muerte de los mártires, un cristiano añadió a este documento un relato de su ejecución. La oscuridad de su prisión y la atmósfera opresiva producían temor en Perpetua, cuyo terror se veía incrementado por la ansiedad que sentía por su pequeño hijo. Dos diáconos, sobornando al carcelero, lograron llegar hasta los prisioneros y aliviar, en cierta forma, sus sufrimientos. También la madre de Perpetua, y su hermano aun catecúmeno, los visitaron. Su medre llevo a perpetua a su pequeño hijo, ya que se le permitió alimentarlo y mantenerlo en prisión junto a ella. Una visión, en la que Perpetua se ve a si misma ascendiendo por una escalera que llegaba hasta verdes praderas, donde pastaba un rebaño de ovejas, le confirmó que se acercaba su martirio.
Pocos días después el padre de Perpetua, al escuchar el rumor de que el juicio de los prisioneros cristianos pronto tendría lugar, visitó nuevamente la prisión y le suplico, por lo más sagrado para ella, no traer esta desgracia a su nombre; pero Perpetua se mantuvo fiel a su fe. Al día siguiente tuvo lugar el juicio de los seis confesores, ante el Procurador Hilariano. Los seis confesaron resueltamente su Fe Cristiana. El padre de Perpetua, llevando en brazos el hijo de esta, se le acercó nuevamente y trató, por ultima vez, de inducirla a la apostasía; el procurador también razonó con ella, pero fue en vano. Ella se rehusó a hacer un sacrificio a los dioses para la protección del emperador. El procurador, por lo tanto, sacó al padre por la fuerza, momento en el cual él fue azotado. Los cristianos fueron condenados a ser despedazados por bestias salvajes y dieron gracias a Dios por ello. En una visión, Perpetua vio a su hermano Dinocrates, que había muerto a los siete años, que parecía estar apenado y enfermo, pero luego estaba feliz y saludable. En otra aparición, se vio a ella misma luchando con un salvaje etíope, a quien venció, lo que le indicó que ella no estaría luchando contra bestias salvajes, sino contra el Demonio. Saturo quien también escribió sus visiones, se vio a si mismo y a Perpetua transportados por cuatro ángeles hacia un hermoso jardín del Este, donde se encontraron con otros cuatro cristianos norteafricanos que sufrieron martirio durante la misma persecución, estos eran Jocundus, Saturnino, Artaius y Quinto. También vio en su visión al Obispo Optatus de Cartagena y al sacerdote Aspasius, quien pidió a los mártires que se reconciliaran entre ellos. Mientras tanto, se acercaba el festival por el cumpleaños del Emperador Geta, ocasión en que los condenados cristianos se enfrentarían a las bestias salvajes en los juegos militares; por ello, fueron transferidos a la prisión del campamento. El carcelero Pudens había aprendido a respetar a los confesores, y permitió que otros cristianos los visitaran. También ser permitió el acceso al padre de Perpetua, quien trató nuevamente, de manera infructuosa, de pervertirla.
Segundo, uno de los confesantes, murió en prisión. Felicidad, quien al momento de su encarcelamiento, contaba con ocho meses de embarazo, pensaba que no se le permitiría sufrir martirio junto con los demás, ya que la ley prohibía la ejecución de una mujer embarazada. Afortunadamente, dos días antes de los juegos dio a luz a una niña, que fue adoptada por una mujer cristiana. El 7 de Marzo, los cinco confesantes fueron llevados al anfiteatro. A petición de la muchedumbre pagana, primero fueron azotados; luego, un jabalí, un oso y un leopardo se colocaron frente a los hombres, y una vaca salvaje frente a las mujeres. Heridos por los animales salvajes, se dieron uno a otro el beso de la paz, y fueron pasados por la espada. Sus cuerpos fueron enterrados en Cartagena. Su día de fiesta fue solemnemente conmemorado incluso fuera de Africa. Así, los nombres de Felicidad y Perpetua ingresan al calendario Filocaliano, es decir, el calendario de los mártires venerados públicamente en el siglo IV en Roma. Posteriormente, se construyo una magnifica basílica sobre su tumba la Basílica Mayor; que la tumba estaba efectivamente bajo esta basílica, fue comprobado con posterioridad por Pere Delattre, quien descubrió allí una antigua inscripción con el nombre de los mártires.
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Publica: Coordinación de Prensa y Comunicaciones Canal Cristovisión
Fuente: ACI Prensa
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