“Espíritu” significa ser inmaterial. Se aplica por tanto en primer lugar a los ángeles y a Dios mismo (lo dice explícitamente el Señor: Dios es espíritu: Juan 4, 24), de quienes se dice que son espíritus.
El hombre no es inmaterial, pero contiene en sí una realidad inmaterial, por lo que no se dice que es espíritu, sino que tiene o que contiene un espíritu.
“Alma” hace referencia al principio vital de los seres vivos. Los filósofos han hablado de “alma vegetativa” y “alma sensitiva” aplicado respectivamente a plantas y animales.
Pero el caso del hombre es especial: su principio vital es un ser espiritual, que como tal pervive cuando el hombre muere. O sea, en el hombre, alma y espíritu coinciden como una sola realidad.
“Espíritu” permite entender mejor que la naturaleza del alma humana es la de un ser espiritual, y no solo el principio vital de un animal. Lo cual, además, explica la inmortalidad del alma humana.
Y, por otro lado, también explica que, aun siendo un ser espiritual, el alma humana –a diferencia de los ángeles- está incompleta sin el cuerpo al que anima.
Por su parte, hablar de “alma” permite entender que el ser humano no es –como sostenía, por ejemplo, Platón- un espíritu encerrado en un alma, como si cuerpo y alma fueran dos seres distintos, uno material y el otro espiritual.
El espíritu humano también es el alma del ser humano, o sea, su principio vital, de forma que cuerpo y alma forman un solo ser.
Así, aunque signifiquen la misma realidad, las dos nociones se esclarecen mutuamente, precisando su significado concreto en el ser humano.
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Publica: Coordinación de Prensa y Comunicaciones Canal Cristovisión
Fuente: PADRE SERGIO
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